La pubertad es una edad poco nombrada. La adolescencia parece llevarse todas las miradas, sin embargo la pubertad es la antesala y el inicio de un cambio que se dirige hacia la vida adulta. El desarrollo puberal marca el fin de la infancia y con ello surgen nuevas ansiedades y temores en los niños. Generalmente pasa desapercibida por los padres o docentes, porque ese niño que se está transformando internamente no da grandes señales exteriores. Sin embargo en su interior hay un torbellino de ideas nuevas, de cambio de intereses, de percepciones nuevas de si mismo.
Es una
edad donde se pasa de ocupar un lugar en
la familia a ocupar un lugar también en el mundo exterior, se busca explorar
los límites de sí mismo y poner en
cuestionamiento ideas ya asumidas. Es el momento donde el cuerpo crece más rápidamente y cuando se
produce el mayor cambio en el desarrollo emocional .Se sufre por lo que queda
atrás, la infancia, los juegos que ya no
provocan la misma satisfacción. Su principal preocupación es su identidad.
La
irrupción de la sexualidad hace que para el niño ya nada sea igual, hay un
antes y después de esos sentimientos, sensaciones que comienza a sentir y que
atraviesan todos sus vínculos., las relaciones con los padres, con los amigos y
con el grupo.
Con la pubertad niños y niñas pasan a ser
sexualmente adultos, pero no emocionalmente .La adolescencia vendrá luego a
hacer el difícil trabajo de ajustar emociones y conductas a esos cambios Se preocupan por definir más nítidamente su feminidad y
masculinidad. Surgen sentimientos de culpa por el surgimiento de las emociones
sexuales y las fantasías que los acompañan.
Comienza la búsqueda de nuevos referentes, de nuevos amigos.
¿Cómo
pueden los padres acompañar esta etapa? Es necesario:
n
Reconsiderar las ideas que hasta
ahora guiaban la mirada sobre el niño.
n
Aceptar que el contexto de crecimiento de los hijos
es diferente al propio.
n
Mirarse a sí mismo y atreverse a
cambiar cuando sea necesario.
n
Reflexionar sobre el difícil
equilibrio de animarle al niño a ser cada vez más independiente y de protegerlo
de los peligros del afuera.
n
Encontrarse con el sentimiento
ambivalente que les genera el crecer de su hijo, dolor por perder al niño y
deseo de verlo grande.
n
Aceptar el camino que comienza de
desidealización de los padres y la
consiguiente confrontación.
n
Estar dispuesto a escucharles cuando necesitan
transmitir sus ansiedades y no ser inquisitivo cuando no quieren.
n
Estar atentos a cambios en su
conducta, dificultades en la escuela, miedos a quedarse solo, peleas con sus
amigos y consultar si se necesita ayuda.