jueves, 27 de septiembre de 2012

Las funciones parentales (II)


REENCONTRANDO EL EJE EN LAS FUNCIONES PARENTALES II
 Lic. Gabriela Albónico.
 
(continuación)
Por el contrario, aquél que tiene actitudes piolas, es amigo, compinche de los hijos, que reviste ideales de juventud eterna es mirado con admiración y hasta idealizado como un valor a seguir.
Hoy se nombra de diferentes maneras este cambio en la posición del adulto, como le época del niño generalizado, adultos adolescentizados, en Argentina surgen  los “pendeviejos”, etc
 Para que una familia funcione educativamente  alguien en ella tiene que resignarse a ser adulto y no se  puede decidir por sorteo, ni en una asamblea. El que haya un adulto implica asimetría en las relaciones,  ya  que es el adulto el que  tiene la madurez, la experiencia vivida, el desarrollo cognitivo, que le permite recibir tanto los influjos externos,  de la sociedad, como los propios, internos y  hacer  con ellos.
Paradojalmente estamos en un momento donde el hacer énfasis en los derechos del niño deja al niño sin derechos, porque parece que se desconociera que la única manera de que el niño pueda ejercer sus derechos es en una familia con vínculos que sean garantes. Planteado de esta manera es volver a pensar los caminos para fortalecer la familia,  a los adultos que sostienen la crianza de un niño. No hay modelo de familia hegemónico, hay diversidad de familias pero lo que no puede dejar de estar en ningún modelo es: la relación asimétrica niño-adulto. No existe nadie en estado de mayor desamparo físico y emocional que un niño. Esto le da al adulto una relación de poder y autoridad que no puede evadir pero de acuerdo a como la use contribuirá en el desarrollo de la salud mental del niño.
Si los padres renuncian al poder y la responsabilidad que les da esa relación asimétrica alguien lo va a sustituir porque la edad temprana del niño busca y requiere de ese lugar. Pensemos en un niño de 2 años que como parte de su desarrollo psicológico implica la expresión de una agresividad propia de  su etapa de vida, en este caso es función del adulto contenerla, encaminarla y limitarla. Si el padre no lo hace en el clima familiar recargado de afectividad, nadie lo podrá hacer de manera más eficaz y menos dolorosa. Cuando el problema se traslade a la escuela comenzará un derrotero de inadaptaciones que terminan muchas veces en la patologización de niños que su único problema es no haber tenido la experiencia de haber sido limitado en sus impulsos y contenido en sus frustraciones.
Los viejos modelos de las familias tradicionales  nos dejaron algunas enseñanzas, el niño no le pertenece al adulto, por lo que las relaciones son horizontales en tanto sujetos de  derechos pero  hay adultos que cuestionan, interdictan y sostienen.
La tecnología vino a complejizar más las cosas y los adultos quedamos más impotentizados frente a los niños y adolescentes de hoy que nos enseñan a nosotros y además hacen alarde de su saber.
Un niño  desde su omnipotencia infantil  puede creer que con el saber de la computadora se puede criar solo y lo que no le pregunta a los padres lo gogglea .El  problema comienza cuando los padres se creen esa omnipotencia y renuncian a su capacidad de transmitir cultura, saber, experiencia. Internet es una herramienta maravillosa pero a la hora de transmitir el patrimonio cultural de nuestros padres y abuelos queda afuera la madurez  afectiva, lo vivencial, la capacidad cognitiva para entender adecuadamente.
Redefinir el lugar del niño hoy y de los adultos en una familia nos puede ayudar a volver a encontrar un camino distinto al que abandonamos de nuestros abuelos y padres, pero con menos confusiones e inseguridades. Ayudar a un niño a crecer es ayudar a sus padres que lo hagan posible. Cualquier agente educativo debería tener presente este aspecto a la hora de señalar una dificultad en los niños y adolescentes y contribuir a ubicar el problema en su verdadero lugar.

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